Por qué ver la cuarta temporada de Stranger Things y cuándo se estrena la segunda parte - EL PAÍS Uruguay
Por um escritor misterioso
Descrição
CRÍTICA belén fourment Hay que buscar, bien en el fondo de la mente, bien en el fondo de la historia que a veces puede ser un gran piletón de agua con tecnología de avanzada, un recuerdo. Un recuerdo que haga sentir la ira en el estómago y la tristeza en el pecho, y que parta de esa fusión para construir el más potente de los motores. Hay que bucear para después salir a flote a fuerza de un grito pesado, y entonces hay que enfrentar a los demonios. ¿Quién no estuvo ahí? Eleven, la protagonista de Stranger Things, prácticamente no ha conocido otro suelo sobre el que pisar. En la cuarta temporada de la serie de Netflix, que estrenó su primer volumen el pasado viernes, la heroína sufre más que nunca, y sufre por imposición pero también por decisión propia, para encontrar su verdad. Los hermanos Duffer llevan al límite aquella filosofía de que lo que no te mata te fortalece, y el personaje pide a gritos un spin off donde se le dé la chance de pasarla un poco mejor. El público también: acá hay más martirio que en telenovela turca de las 22:00. Pero también hay acción, hay ciencia ficción, hay ciertos momentos de comedia y hay, como nunca, terror. Para este regreso que se hizo esperar durante tres años (la temporada 3 había llegado en 2019), todo creció y se puso bastante más complicado, macabro y tenebroso. No será lo peor. Stranger Things, consolidada como la serie más importante en la historia de Netflix por impacto, rendimiento sostenido y popularidad, sigue a una adolescente con poderes y a su grupo de amigos en el intento por resolver el misterio que azota a Hawkins. El pueblo (ficticio) de Indiana está al parecer maldito, y eso se empieza a ver con la desaparición del niño Will Byers (Noah Schnapp) en la primera temporada. Su ausencia desatará una serie de búsquedas que develarán que Hawkins está conectado a una dimensión paralela (el Otro Lado) habitada por el mal. Los monstruos se alimentan de la energía vital de los habitantes y eso pone patas para arriba la existencia de todos, incluyendo a Eleven (Millie Bobby Brown), una niña que es la única capaz de arreglarlo todo. El portal que comunicaba ambas dimensiones, un asunto en el que también están implicados el gobierno estadounidense y los rusos, había sido cerrado en la tercera temporada y se esperaba que hubiera un poco de paz. Pero el mal no descansa: Stranger Things ya le había enseñado eso a sus seguidores, y en este regreso se lo toma más en serio que nunca. Sin embargo, la clave de la cuarta temporada está en el crecimiento, en la expansión. Era de esperar, porque la historia está sostenida por adolescentes que hoy se ven y se presentan como unas personas bastante diferentes a las que eran hace seis años atrás, cuando todo comenzó. Pero sobre esa lógica, los hermanos Duffer van por todo. Vecna, el monstruo de la cuarta temporada de "Stranger Things". Foto: Cortesía de Netflix Hacen que la historia crezca a través de nuevos personajes y más líneas narrativas; hacen que los paisajes crezcan al distribuir la acción en al menos tres bases centrales; hacen que los efectos especiales crezcan y que crezca hasta el tiempo. Lo que se estrenó el viernes es apenas la primera mtiad de este penúltimo ciclo, pero abarca siete capítulos que, sumados, duran más de nueve horas. Los episodios funcionan como películas cortas y el último se extiende durante 98 minutos. En ese desarrollo, la serie presenta a Joyce (Winona Ryder), sus hijos Will y Jonathan (Charlie Heaton ) y a la recién incorporada a la familia Eleven, intentando empezar de nuevo en California, lejos de la oscuridad de Hawkins. Allí quedaron el novio de Eleven, Mike (Finn Wolfhard), y su compinche Dustin (Gaten Matarazzo), con nueva barra de amigos; Lucas (Caleb McLaughlin), que ahora entró al equipo de básquetbol del colegio y se codea con los populares; y Max (Sadie Sink), quien tras la traumática muerte de su hermano Billy ya no es la misma. Y siguen ganando relevancia Nancy (Natalia Dyer), la hermana de Mike; Steve (Joe Keery), su amiga Robin (Maya Hawke) y la hermana de Lucas (Priah Ferguson). Viven los problemas típicos de la adolescencia, pero de golpe deberán unirse para descubrir qué hay detrás de una serie de asesinatos atroces que implican levitación, huesos quebrados y ojos estallados. De ahí para arriba va el nivel de terror que maneja, ahora, Stranger Things; la tan comentada nostalgia ochentosa ya no es el estandarte de los Duffer. Ahora hay sangre y giros a prueba de impresionables. A miles de kilómetros, en Kamchatka o más bien en un infierno blanco, el jefe de policía Jim Hopper (David Harbour) lucha por escapar de una prisión inviolable, y teje redes en ruso con la intención de recuperar su libertad. Logra contactarse con Joyce, pero nada saldrá como se preveía. David Harbour en la cuarta temporada de "Stranger Things". Foto: Cortesía de Netflix Cada bloque tendrá su propia misión: el rescate de Hopper será uno y allí se darán los alivios cómicos; la pandilla de Will y Mike intentará descubrir qué es el Proyecto Nina; Dustin y todos los jóvenes de Hawkins buscarán un nuevo portal y un nuevo demonio; mientras que Eleven se reencontrará con viejos conocidos, en la misión por recuperar sus poderes y volver a convertirse en la superheroína lista para salvar el día. En esa línea, la aparición de alguien nuevo (Jamie Campbell Bower) servirá para contar una historia de origen, para construir escenas de puro drama, y para un final parcial de temporada por todo lo alto, que termina de dar algunas de las explicaciones hasta ahora imposibles de encontrar. Y aunque este puzzle parece tener demasiadas piezas, los Duffer logran que su exceso de ideas y recursos no inunde la esencia de Stranger Things. Los velos de la grandilocuencia se van corriendo uno a uno, a paso lento, como para saborear cada recurso, como para apreciar cada detalle, como para atender cada vericueto de un guion que más allá de su caparazón de fantasía habla, o intenta hablar, de la guerra infinita entre el bien y el mal y de las mil y una complejidades de la mente humana. ¿O acaso hay peor enemigo que uno mismo? Stranger Things 4 se cocinó a fuego lento y el resultado lo refleja. Es un festín gigante que se deshace en la boca y deja al espectador satisfecho, entretenido y listo para lo que está por venir, para un nuevo grito de guerra. Porque si el mal está en todos lados, lo único que queda es luchar. FICHA Estados Unidos, 2022. Creación, dirección y guion: los Hermanos Duffer. Con: Millie Bobby Brown, Wynona Ryder, David Harbour, Noah Schnapp, Finn Wolfhard, Gaten Matarazzo, Caleb McLaughlin, Jamie Campbell Bowie. Estreno: En Netflix el viernes 27 de mayo. Capítulos: Siete; el segundo volumen de la temporada 4 llegará el 1 de julio.
CRÍTICA belén fourment Hay que buscar, bien en el fondo de la mente, bien en el fondo de la historia que a veces puede ser un gran piletón de agua con tecnología de avanzada, un recuerdo. Un recuerdo que haga sentir la ira en el estómago y la tristeza en el pecho, y que parta de esa fusión para construir el más potente de los motores. Hay que bucear para después salir a flote a fuerza de un grito pesado, y entonces hay que enfrentar a los demonios. ¿Quién no estuvo ahí? Eleven, la protagonista de Stranger Things, prácticamente no ha conocido otro suelo sobre el que pisar. En la cuarta temporada de la serie de Netflix, que estrenó su primer volumen el pasado viernes, la heroína sufre más que nunca, y sufre por imposición pero también por decisión propia, para encontrar su verdad. Los hermanos Duffer llevan al límite aquella filosofía de que lo que no te mata te fortalece, y el personaje pide a gritos un spin off donde se le dé la chance de pasarla un poco mejor. El público también: acá hay más martirio que en telenovela turca de las 22:00. Pero también hay acción, hay ciencia ficción, hay ciertos momentos de comedia y hay, como nunca, terror. Para este regreso que se hizo esperar durante tres años (la temporada 3 había llegado en 2019), todo creció y se puso bastante más complicado, macabro y tenebroso. No será lo peor. Stranger Things, consolidada como la serie más importante en la historia de Netflix por impacto, rendimiento sostenido y popularidad, sigue a una adolescente con poderes y a su grupo de amigos en el intento por resolver el misterio que azota a Hawkins. El pueblo (ficticio) de Indiana está al parecer maldito, y eso se empieza a ver con la desaparición del niño Will Byers (Noah Schnapp) en la primera temporada. Su ausencia desatará una serie de búsquedas que develarán que Hawkins está conectado a una dimensión paralela (el Otro Lado) habitada por el mal. Los monstruos se alimentan de la energía vital de los habitantes y eso pone patas para arriba la existencia de todos, incluyendo a Eleven (Millie Bobby Brown), una niña que es la única capaz de arreglarlo todo. El portal que comunicaba ambas dimensiones, un asunto en el que también están implicados el gobierno estadounidense y los rusos, había sido cerrado en la tercera temporada y se esperaba que hubiera un poco de paz. Pero el mal no descansa: Stranger Things ya le había enseñado eso a sus seguidores, y en este regreso se lo toma más en serio que nunca. Sin embargo, la clave de la cuarta temporada está en el crecimiento, en la expansión. Era de esperar, porque la historia está sostenida por adolescentes que hoy se ven y se presentan como unas personas bastante diferentes a las que eran hace seis años atrás, cuando todo comenzó. Pero sobre esa lógica, los hermanos Duffer van por todo. Vecna, el monstruo de la cuarta temporada de Stranger Things. Foto: Cortesía de Netflix Hacen que la historia crezca a través de nuevos personajes y más líneas narrativas; hacen que los paisajes crezcan al distribuir la acción en al menos tres bases centrales; hacen que los efectos especiales crezcan y que crezca hasta el tiempo. Lo que se estrenó el viernes es apenas la primera mtiad de este penúltimo ciclo, pero abarca siete capítulos que, sumados, duran más de nueve horas. Los episodios funcionan como películas cortas y el último se extiende durante 98 minutos. En ese desarrollo, la serie presenta a Joyce (Winona Ryder), sus hijos Will y Jonathan (Charlie Heaton ) y a la recién incorporada a la familia Eleven, intentando empezar de nuevo en California, lejos de la oscuridad de Hawkins. Allí quedaron el novio de Eleven, Mike (Finn Wolfhard), y su compinche Dustin (Gaten Matarazzo), con nueva barra de amigos; Lucas (Caleb McLaughlin), que ahora entró al equipo de básquetbol del colegio y se codea con los populares; y Max (Sadie Sink), quien tras la traumática muerte de su hermano Billy ya no es la misma. Y siguen ganando relevancia Nancy (Natalia Dyer), la hermana de Mike; Steve (Joe Keery), su amiga Robin (Maya Hawke) y la hermana de Lucas (Priah Ferguson). Viven los problemas típicos de la adolescencia, pero de golpe deberán unirse para descubrir qué hay detrás de una serie de asesinatos atroces que implican levitación, huesos quebrados y ojos estallados. De ahí para arriba va el nivel de terror que maneja, ahora, Stranger Things; la tan comentada nostalgia ochentosa ya no es el estandarte de los Duffer. Ahora hay sangre y giros a prueba de impresionables. A miles de kilómetros, en Kamchatka o más bien en un infierno blanco, el jefe de policía Jim Hopper (David Harbour) lucha por escapar de una prisión inviolable, y teje redes en ruso con la intención de recuperar su libertad. Logra contactarse con Joyce, pero nada saldrá como se preveía. David Harbour en la cuarta temporada de Stranger Things. Foto: Cortesía de Netflix Cada bloque tendrá su propia misión: el rescate de Hopper será uno y allí se darán los alivios cómicos; la pandilla de Will y Mike intentará descubrir qué es el Proyecto Nina; Dustin y todos los jóvenes de Hawkins buscarán un nuevo portal y un nuevo demonio; mientras que Eleven se reencontrará con viejos conocidos, en la misión por recuperar sus poderes y volver a convertirse en la superheroína lista para salvar el día. En esa línea, la aparición de alguien nuevo (Jamie Campbell Bower) servirá para contar una historia de origen, para construir escenas de puro drama, y para un final parcial de temporada por todo lo alto, que termina de dar algunas de las explicaciones hasta ahora imposibles de encontrar. Y aunque este puzzle parece tener demasiadas piezas, los Duffer logran que su exceso de ideas y recursos no inunde la esencia de Stranger Things. Los velos de la grandilocuencia se van corriendo uno a uno, a paso lento, como para saborear cada recurso, como para apreciar cada detalle, como para atender cada vericueto de un guion que más allá de su caparazón de fantasía habla, o intenta hablar, de la guerra infinita entre el bien y el mal y de las mil y una complejidades de la mente humana. ¿O acaso hay peor enemigo que uno mismo? Stranger Things 4 se cocinó a fuego lento y el resultado lo refleja. Es un festín gigante que se deshace en la boca y deja al espectador satisfecho, entretenido y listo para lo que está por venir, para un nuevo grito de guerra. Porque si el mal está en todos lados, lo único que queda es luchar. FICHA Estados Unidos, 2022. Creación, dirección y guion: los Hermanos Duffer. Con: Millie Bobby Brown, Wynona Ryder, David Harbour, Noah Schnapp, Finn Wolfhard, Gaten Matarazzo, Caleb McLaughlin, Jamie Campbell Bowie. Estreno: En Netflix el viernes 27 de mayo. Capítulos: Siete; el segundo volumen de la temporada 4 llegará el 1 de julio.
CRÍTICA belén fourment Hay que buscar, bien en el fondo de la mente, bien en el fondo de la historia que a veces puede ser un gran piletón de agua con tecnología de avanzada, un recuerdo. Un recuerdo que haga sentir la ira en el estómago y la tristeza en el pecho, y que parta de esa fusión para construir el más potente de los motores. Hay que bucear para después salir a flote a fuerza de un grito pesado, y entonces hay que enfrentar a los demonios. ¿Quién no estuvo ahí? Eleven, la protagonista de Stranger Things, prácticamente no ha conocido otro suelo sobre el que pisar. En la cuarta temporada de la serie de Netflix, que estrenó su primer volumen el pasado viernes, la heroína sufre más que nunca, y sufre por imposición pero también por decisión propia, para encontrar su verdad. Los hermanos Duffer llevan al límite aquella filosofía de que lo que no te mata te fortalece, y el personaje pide a gritos un spin off donde se le dé la chance de pasarla un poco mejor. El público también: acá hay más martirio que en telenovela turca de las 22:00. Pero también hay acción, hay ciencia ficción, hay ciertos momentos de comedia y hay, como nunca, terror. Para este regreso que se hizo esperar durante tres años (la temporada 3 había llegado en 2019), todo creció y se puso bastante más complicado, macabro y tenebroso. No será lo peor. Stranger Things, consolidada como la serie más importante en la historia de Netflix por impacto, rendimiento sostenido y popularidad, sigue a una adolescente con poderes y a su grupo de amigos en el intento por resolver el misterio que azota a Hawkins. El pueblo (ficticio) de Indiana está al parecer maldito, y eso se empieza a ver con la desaparición del niño Will Byers (Noah Schnapp) en la primera temporada. Su ausencia desatará una serie de búsquedas que develarán que Hawkins está conectado a una dimensión paralela (el Otro Lado) habitada por el mal. Los monstruos se alimentan de la energía vital de los habitantes y eso pone patas para arriba la existencia de todos, incluyendo a Eleven (Millie Bobby Brown), una niña que es la única capaz de arreglarlo todo. El portal que comunicaba ambas dimensiones, un asunto en el que también están implicados el gobierno estadounidense y los rusos, había sido cerrado en la tercera temporada y se esperaba que hubiera un poco de paz. Pero el mal no descansa: Stranger Things ya le había enseñado eso a sus seguidores, y en este regreso se lo toma más en serio que nunca. Sin embargo, la clave de la cuarta temporada está en el crecimiento, en la expansión. Era de esperar, porque la historia está sostenida por adolescentes que hoy se ven y se presentan como unas personas bastante diferentes a las que eran hace seis años atrás, cuando todo comenzó. Pero sobre esa lógica, los hermanos Duffer van por todo. Vecna, el monstruo de la cuarta temporada de Stranger Things. Foto: Cortesía de Netflix Hacen que la historia crezca a través de nuevos personajes y más líneas narrativas; hacen que los paisajes crezcan al distribuir la acción en al menos tres bases centrales; hacen que los efectos especiales crezcan y que crezca hasta el tiempo. Lo que se estrenó el viernes es apenas la primera mtiad de este penúltimo ciclo, pero abarca siete capítulos que, sumados, duran más de nueve horas. Los episodios funcionan como películas cortas y el último se extiende durante 98 minutos. En ese desarrollo, la serie presenta a Joyce (Winona Ryder), sus hijos Will y Jonathan (Charlie Heaton ) y a la recién incorporada a la familia Eleven, intentando empezar de nuevo en California, lejos de la oscuridad de Hawkins. Allí quedaron el novio de Eleven, Mike (Finn Wolfhard), y su compinche Dustin (Gaten Matarazzo), con nueva barra de amigos; Lucas (Caleb McLaughlin), que ahora entró al equipo de básquetbol del colegio y se codea con los populares; y Max (Sadie Sink), quien tras la traumática muerte de su hermano Billy ya no es la misma. Y siguen ganando relevancia Nancy (Natalia Dyer), la hermana de Mike; Steve (Joe Keery), su amiga Robin (Maya Hawke) y la hermana de Lucas (Priah Ferguson). Viven los problemas típicos de la adolescencia, pero de golpe deberán unirse para descubrir qué hay detrás de una serie de asesinatos atroces que implican levitación, huesos quebrados y ojos estallados. De ahí para arriba va el nivel de terror que maneja, ahora, Stranger Things; la tan comentada nostalgia ochentosa ya no es el estandarte de los Duffer. Ahora hay sangre y giros a prueba de impresionables. A miles de kilómetros, en Kamchatka o más bien en un infierno blanco, el jefe de policía Jim Hopper (David Harbour) lucha por escapar de una prisión inviolable, y teje redes en ruso con la intención de recuperar su libertad. Logra contactarse con Joyce, pero nada saldrá como se preveía. David Harbour en la cuarta temporada de Stranger Things. Foto: Cortesía de Netflix Cada bloque tendrá su propia misión: el rescate de Hopper será uno y allí se darán los alivios cómicos; la pandilla de Will y Mike intentará descubrir qué es el Proyecto Nina; Dustin y todos los jóvenes de Hawkins buscarán un nuevo portal y un nuevo demonio; mientras que Eleven se reencontrará con viejos conocidos, en la misión por recuperar sus poderes y volver a convertirse en la superheroína lista para salvar el día. En esa línea, la aparición de alguien nuevo (Jamie Campbell Bower) servirá para contar una historia de origen, para construir escenas de puro drama, y para un final parcial de temporada por todo lo alto, que termina de dar algunas de las explicaciones hasta ahora imposibles de encontrar. Y aunque este puzzle parece tener demasiadas piezas, los Duffer logran que su exceso de ideas y recursos no inunde la esencia de Stranger Things. Los velos de la grandilocuencia se van corriendo uno a uno, a paso lento, como para saborear cada recurso, como para apreciar cada detalle, como para atender cada vericueto de un guion que más allá de su caparazón de fantasía habla, o intenta hablar, de la guerra infinita entre el bien y el mal y de las mil y una complejidades de la mente humana. ¿O acaso hay peor enemigo que uno mismo? Stranger Things 4 se cocinó a fuego lento y el resultado lo refleja. Es un festín gigante que se deshace en la boca y deja al espectador satisfecho, entretenido y listo para lo que está por venir, para un nuevo grito de guerra. Porque si el mal está en todos lados, lo único que queda es luchar. FICHA Estados Unidos, 2022. Creación, dirección y guion: los Hermanos Duffer. Con: Millie Bobby Brown, Wynona Ryder, David Harbour, Noah Schnapp, Finn Wolfhard, Gaten Matarazzo, Caleb McLaughlin, Jamie Campbell Bowie. Estreno: En Netflix el viernes 27 de mayo. Capítulos: Siete; el segundo volumen de la temporada 4 llegará el 1 de julio.
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